Tradicionalmente los kankuamo se diferenciaban de los demás grupos serranos por el vestido
Tradicionalmente los Kankuamo se diferenciaban de los demás grupos serranos por el vestido –dos mantas cruzadas para las mujeres y pantalón corto y sombrero de paja para los hombres-, por el calabazo que usaban para sus poporos y en especial por su lengua, similar a la de los Ika. Los mamos, guías espirituales se reunían en la Teruarica -casa ceremonial masculina- para discutir sobre el devenir de su comunidad. Sin embargo, a partir de las primeras décadas del siglo los kankuamo se consideraron como integrados a la sociedad mayor.
Nombre alterno: kankuama, kankui, kankuaka
El idioma hablado por los kankuamos hace parte de los cuatro que configuran el grupo de lenguas de la Sierra, denominado “arhuaco”, en el que también convergen las lenguas de los wiwa, ika y kogi, todas clasificadas por los investigadores dentro de la familia lingüística chibcha.
Este grupo no aparece en la base de datos del Dane. Sin embargo, en el listado del Ministerio del Interior, figura con una población estimada de 3.802 personas.
Los kankuamo viven en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, en los corregimientos de Atánquez, Guatapurí, Chemesquemena, Los Haticos, La Minha y Rio Seco, en el departamento del Cesar. Su asentamiento se encuentra en límites con los resguardos de los pueblos kogui, wiwa y arhuaco.
Al igual que los demás grupos de la Sierra Nevada, tienen en la figura del mamo la máxima autoridad en el nivel social y mágico-religioso. El pagamento, ofrenda que se hace a los ancestros, se ha convertido actualmente en el eje cultural para establecer una
continuidad con su pasado indígena. En función de esta actividad se celebra la fiesta de Corpus Christi para recrear sus mitos de origen y reafianzar la memoria sobre los sitios sagrados para realizar los pagamentos, generalmente grandes piedras y pozos oscuros.
Los habitantes de los distintos asentamientos están unidos entre sí por lazos de parentesco y compadrazgo. Políticamente, los kankuamo están agremiados bajo la orientación de la Organización Indígena Kankuama, OIK.
Comprende los territorios de las 12 comunidades que lo integran Guatapurí, Chemesquemena, Las Flores, Murillo, Los Haticos, Río Seco, Pontón, La Mina, Rancho de la Golla, Ramalito y su capital Atánquez con más de 17.000 habitantes.
Su sistema económico se sustenta en la posesión individual de cultivos y animales para la cría. Los hombres se encargan durante el día del trabajo en las “rozas“, ubicadas en las inmediaciones de los asentamientos. En las tierras bajas siembran plátano, banano y algunos frutales; en las tierras altas cultivan papa y cebolla. Con fines comerciales, crían gallinas y cerdos. Las mujeres tejen mochilas.
La temperatura máxima es de 26 grados
La vivienda Kankuamo es un bohío en forma circular, construido con bareheque o madera y un techo cónico de paja. Sin embargo, existen antecedentes de viviendas rectangulares y cuadradas. Su antiguo patrón de asentamiento constaba de dos bohíos en una misma parcela; un bohío para la mujer y los niños y otro para los hombres. Sin embargo, la tendencia es a construir un solo bohío para toda la familia. Lo poblados Kogi se ubican en terrazas aluviales cercanas a los ríos.
Alimentación: Sobresale el consumo de tubérculos como yuca, ñame, malanga y papa china y el de productos del maíz como chicha, arepas y bollos o envueltos. El consumo de carne es prioritario junto con el chivo o cordero. En ocasiones reemplazan las carnes por el queso rallado, el cual se come acompañado de carbohidratos de los tubérculos señalados.
Las comidas tradicionales están asociadas a la disponibilidad de las cosechas. Algunas preparaciones a partir del maíz se mantienen, por la facilidad de almacenamiento o por lo generalizado de este producto. Entre las comidas propias se puede citar: Sancocho de guandú con carne seca o pescado seco.
Tradicionalmente los kankuamo se diferenciaban de los demás grupos serranos por el vestido –dos mantas cruzadas para las mujeres y pantalón corto y sombrero de paja para los hombres-, por el calabazo que usaban para sus poporos y en especial por su lengua, similar a la de los ika.
Las razones de los cambios en su cultura fueron múltiples. Entre éstas pueden señalarse la ubicación de su territorio, fácilmente accesible para la colonización y establecimiento de misiones desde las primeras incursiones españolas. Además, la inserción de Atánquez en los circuitos comerciales de la región del Caribe, fenómeno que impulsó la llegada de inmigrantes y los cambios en las actividades indígenas, desplazadas hacia la producción de caña y panela.
Dentro de su cosmovisión, la gran madre universal creó el mundo y a sus cuatro hijos-kankuamo, ika, kogui y wiwa- a los cuales les asignó un territorio específico en la Sierra Nevada. A los kankuamo se les otorgó el área de la vertiente suroriental de la Sierra en el valle de los ríos Guatapurí y Badillo.
Los indígenas kankuamos habitan desde tiempos remotos la Sierra Nevada de Santa Marta, comparten en este gran territorio, la historia ancestral y la cosmovisión del mundo con los pueblos indígenas Kogui, Arhuaco y Wiwa.
Según la cosmovisión indígena, la Sierra Nevada es vista como una gran mesa, donde cada pueblo indígena es una pata; si llegase a faltar una se desequilibra la Sierra. Esta concepción posee una fuerte dimensión espiritual y ancestral, ya que los mamos de los otros pueblos indígenas de la Sierra Nevada reconocen a los kankuamos como la pata faltante para el equilibrio de la Sierra: “miren ser kankuamo, eso es la pata que falta, y esa pata tenemos que restituirla
El mito de origen reconoce los cuatro pueblos indígenas: Arhuaco, Wiwa, Kogui y Kankuamo. Serankua dejó cuatro cuidanderos, cuatro fincas y en cada finca colocó un pueblo, a estos les delegó la responsabilidad de cuidar la Sierra Nevada de Santa Marta, de no destrozarla ni de acabar lo que existe, porque esta es la madre y el padre que alimenta a los padres, hijos y nietos.
Con el proceso de colonización y aculturación los kankuamos empezaron a olvidar su compromiso de cuidar la Sierra y de mantener la tradición, por esta razón los mamos kankuamos entregaron su sabiduría y la máscara de oro de bailar cansamaria a los Kogui, como una forma de resistencia, siendo estos los guardianes de la tradición kankuama, tradición que sería guardada y transmitida de mamo a mamo cinco generaciones, sólo hasta ese momento sería que el Kankuamo iría a renacer, el Kankuamo iba volver a surgir.
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